Cuando se habla de zonas francas, muchos piensan primero en beneficios fiscales. Sin embargo, lo que sostiene a este modelo no son solo los incentivos, sino algo mucho más profundo: la legalidad de las zonas francas. Cumplir con la norma no es un requisito burocrático. Es el cimiento invisible que hace posible el crecimiento, la atracción de inversión y la generación de empleo.
Así lo recuerda la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) en su reciente comunicado, subrayando que la legalidad es el camino para garantizar el futuro de estas áreas estratégicas. Porque sin reglas claras, no hay confianza. Y sin confianza, no hay desarrollo.
Podría parecer contraintuitivo. Algunos creen que cumplir la norma es un freno para la competitividad. La realidad es justo la contraria: la legalidad acelera. Cuando las reglas son claras y se respetan, los inversionistas apuestan con más decisión y las empresas operan con tranquilidad.
Imaginemos a una compañía extranjera que evalúa instalarse en una zona franca. No basta con la promesa de beneficios. Lo que realmente les da seguridad es saber que el sistema se rige con transparencia y que los compromisos se cumplen. Esa confianza se convierte en un círculo virtuoso: más inversión, más empleo, más innovación.
Las zonas francas no son islas aisladas en medio del mar. Son motores que impulsan la economía del país entero. Desde la creación de empleo de calidad hasta la introducción de procesos productivos más eficientes, su impacto trasciende fronteras.
Cumplir con la normativa no solo fortalece la competitividad de las empresas dentro de estas áreas. También envía un mensaje claro al mundo: Colombia es un país serio, capaz de garantizar un entorno seguro para invertir.
Y detrás de cada norma cumplida hay algo muy humano. Familias que encuentran estabilidad en un empleo formal. Comunidades que ven nuevas oportunidades en su territorio. Jóvenes que descubren un futuro posible gracias a la llegada de empresas internacionales.
La ANDI ha sido enfática: el respeto a la legalidad es el camino para que las zonas francas sigan siendo un motor de desarrollo. Su comunicado pone en primer plano lo que algunos tienden a olvidar: los beneficios no son sostenibles sin un compromiso firme con las reglas.
En esa misma línea, Jorge Eduardo Salamanca Gallo, CEO de Zona Franca Metropolitana, reforzó el mensaje en un comentario publicado en LinkedIn. Su reflexión destaca cómo la legalidad es mucho más que una obligación: es un factor de competitividad y de confianza a largo plazo.
Hablar de legalidad en las zonas francas no es hablar de trámites. Es hablar de futuro. Es como los cimientos de un edificio: no se ven, pero son los que sostienen cada piso, cada pared, cada ventana.
Sin legalidad no hay confianza. Sin confianza no hay inversión. Y sin inversión no hay desarrollo. Así de simple, así de contundente.
Ahora, más que nunca, la legalidad de las zonas francas es la llave que abre la puerta a más oportunidades, más innovación y más empleo. Y aunque cumplir con la norma pueda parecer un camino exigente, es el único que garantiza que el modelo se mantenga vivo y en crecimiento.