A veces, los datos hablan por sí solos.
En enero de 2025, las exportaciones desde zonas francas en Colombia crecieron un 4,5% frente al mismo mes del año anterior, según el DANE. ¿La cifra? Pasamos de US$228,7 millones a US$239 millones FOB.
Pero esto no va solo de números. Va de señales. De oportunidades. De lo que se está moviendo —y hacia dónde.
Porque cuando algo crece en medio de un entorno desafiante, vale la pena mirar dos veces.
La mayor parte del impulso vino de las Zonas Francas Permanentes Especiales (Zfpe), con un crecimiento del 7,5%. Ellas solas aportaron 3,8 puntos porcentuales a la variación total. Por otro lado, las Zonas Francas Permanentes (ZFP) también hicieron su parte, con un alza del 1,3%.
¿Qué nos dice esto? Que hay una maquinaria que no se detiene. Que, incluso cuando hay ruido en el panorama global, algunas estructuras siguen entregando resultados. Y que las zonas francas, aunque no siempre estén en el centro de la conversación, son parte fundamental del músculo exportador colombiano. Puedes leer el artículo completo de La República aquí.
En enero también se dispararon las importaciones hacia zonas francas: crecieron un 66,6%. Esto se traduce en más materias primas, más bienes intermedios, más piezas que entran para ser transformadas y salir convertidas en productos de alto valor.
Sí, ese crecimiento en importaciones puede sonar contraintuitivo.
Pero es, en realidad, una excelente noticia. Significa que hay producción.
Que se está trabajando.
Que las zonas francas no son simples puntos de entrada y salida, sino centros reales de transformación. De industria. De empleo.
Curiosamente, entre las zonas que menos aportaron al crecimiento de las importaciones está la Zona Franca Metropolitana, con un punto porcentual negativo.
¿Motivo de alarma?
Para nada. Al contrario, es una oportunidad clara. Una pista para quienes saben ver más allá del papel.
Porque cuando una zona con tanto potencial está por debajo de su techo, lo que tenemos no es un problema. Es una puerta abierta.
Ubicada estratégicamente en el área de Siberia, Cundinamarca, a minutos de Bogotá y con acceso privilegiado a las principales vías logísticas del país, la Zona Franca Metropolitana tiene todo para ser protagonista del próximo repunte.
Y ¿Por qué?
Pues muy sencillo, porque combina lo mejor de dos mundos: infraestructura moderna y beneficios tributarios robustos.
Es decir que las empresas que se instalan aquí no solo tienen una base operativa sólida; también acceden a exenciones tributarias, facilidades aduaneras y, sobre todo, a un entorno diseñado para escalar.
Imaginemos una empresa de tecnología que necesita ensamblar dispositivos electrónicos para exportarlos a América Latina. En Zona Franca Metropolitana, puede importar partes sin aranceles, ensamblar localmente con costos optimizados y reexportar con ventaja. Eso, en términos simples, es eficiencia. Pero también es estrategia.
Voluntad. Visión.
Empresas que entiendan que este es el momento de posicionarse donde el futuro está empezando a escribirse. Porque si las cifras de enero nos dejaron algo claro, es que las zonas francas no son una apuesta del pasado. Son un camino hacia adelante.
Y es que el repunte de las exportaciones en enero no fue casual. Es el reflejo de un sistema que sigue generando valor, incluso cuando otros sectores se ralentizan.
Las zonas francas son un termómetro del dinamismo empresarial. Y dentro de ese ecosistema, la Zona Franca Metropolitana se presenta como un diamante en bruto.
Lista. Esperando a quienes quieran jugar en serio el juego de la competitividad.
¿Y tú? ¿Vas a dejar pasar la oportunidad… o vas a entrar?