Cuando hablamos de desarrollo regional pensamos normalmente en autopistas, aeropuertos o grandes fábricas. Pero ¿qué tal si el verdadero protagonista está justo frente a nosotros, funcionando discretamente y sin grandes titulares? Nos referimos a las zonas francas, esos espacios estratégicos capaces de transformar economías regionales con más fuerza de lo que parece a primera vista.
Son áreas donde las empresas disfrutan de incentivos tributarios especiales. Sí, pagan menos impuestos. Puede parecer contraintuitivo pensar que recaudar menos impuestos genere más beneficios. ¿Cómo es posible que reduciendo impuestos mejoremos nuestra economía local? Es muy sencillo, aunque sorprendente: las zonas francas no solo atraen inversión extranjera, también generan empleos, impulsan el comercio exterior y fortalecen las cadenas productivas locales. Es decir el desarrollo regional y las zonas francas van mano a mano.
Imagínate por un segundo una pequeña región olvidada. Poco empleo, infraestructura débil y escasas oportunidades. Ahora sitúa allí una zona franca. En cuestión de años, esa misma región puede convertirse en un núcleo vibrante de actividad económica. ¿Difícil de creer? No tanto.
Veamos cifras concretas: municipios colombianos como La Gloria (Cesar), Galapa (Atlántico), Puerto Tejada (Cauca), La Tebaida (Quindío) y Sitionuevo (Magdalena) han experimentado un crecimiento de su PIB superior al 30% y han creado miles de empleos directos gracias a la implementación de zonas francas. Son datos claros y realidades palpables.
Pero, ¿Es sostenible este modelo a largo plazo?. Al fin y al cabo, ofrecer incentivos fiscales podría parecer una estrategia arriesgada si pensamos solo en números inmediatos. Pero la clave está en mirar más allá del corto plazo. Las empresas que se instalan en zonas francas no solo se benefician ellas mismas, sino que también elevan el nivel general de las regiones que las acogen. ¿El secreto? Una inversión inicial en infraestructura y talento que permanece y crece incluso cuando los incentivos iniciales ya no están presentes.
Además, en el desarrollo regional, las zonas francas tienen un efecto multiplicador. No solo generan empleos directos, también impulsan actividades económicas complementarias como restaurantes, transporte, construcción y servicios. Y por eso cada empleo generado dentro de una zona franca repercute en la creación de varios empleos adicionales en la zona, mejorando la calidad de vida de muchas familias.
Ahora traslademos este escenario a nuestra realidad local: Bogotá. Aquí contamos con una zona franca estratégica que ejemplifica perfectamente todo lo mencionado, Zona Franca Metropolitana.
¿Has considerado el potencial real que tiene nuestra zona franca en Bogotá para impulsar la economía regional y nacional? Bogotá, reconocida como un centro empresarial y logístico clave, se beneficia enormemente de esta herramienta. Genera empleos de calidad, atrae inversiones de alto valor agregado y facilita el comercio internacional.
Y es que la zona franca en Bogotá no es solo una opción viable, sino que supone una apuesta estratégica hacia un futuro económico fuerte. Empresas locales y extranjeras encuentran allí el ambiente perfecto para crecer. Más empleos, mejor calidad de vida y un motor económico que late constante y fuerte.
Las zonas francas son como ese viento silencioso que mueve grandes veleros: no se ven, pero su fuerza impulsa hacia adelante con una energía imparable.
Bogotá cuenta con todas las condiciones para aprovechar al máximo esta oportunidad y consolidarse aún más como un referente regional. No es casualidad, es estrategia y es impacto real.